Fraude significa «engaño, malicia, conducta ilícita cuya intención es causar perjuicio a un tercero donde se evidencia la intención de la persona de sustraerse a los deberes de obligación o legales». Es el medio por el que se consigue un resultado prohibido a través de actos que a veces no contrarían las palabras de la ley, pero que siempre son contrarios a su sentido.
El fraude, una de las grandes pesadillas de las compañías de seguros, adopta múltiples formas y en los últimos años ha crecido considerablemente. Desde que empezó la crisis, el fraude en España se ha multiplicado, siendo las dificultades financieras y la mala situación de los negocios las que suelen impulsar a cometerlo.
Hay casos que el fraude comienza antes de que ocurra el siniestro, es decir, cuando se contrata la póliza y se ocultan o falsean datos personales o del riesgo a asegurar. Suele ser el primer paso para, posteriormente, cometer el segundo fraude mediante el siniestro.
Por tramos económicos, se ha estimado que los fraudes por importes inferiores a 600 euros aumentaron un 20% mientras que los fraudes por importes superiores a ese importe, crecieron en torno al 6%
Dentro de los fraudes de baja intensidad, aumentaron los siniestros eléctricos (para renovar los electrodomésticos) y las falsas denuncias de robo.
Por ramos, donde más ha aumentado el fraude es en el de Automóviles, con un 60% de incremento. Dentro de ese ramo, en lesiones se ha detectado un incremento de hasta el 66%, centrándose los casos en una artificiosa exageración de lesiones o en la “aparición posterior” de lesionados. En los siniestros de daños materiales se observó un incremento del 34% siendo el robo de vehículos o el cambio de piezas en buen estado por piezas de desguace las modalidades con mayor aumento.
En los siniestros de seguros de accidentes, responsabilidad civil y vida se observó un incremento del 28% y mientras que en los siniestros de Multirriesgos (Hogar, Comunidades, comercio…) fue del 10%
A la hora de justificar el fraude al seguro, quienes lo comenten suelen ampararse en comentarios similares a los siguientes:
- “Es razonable que me beneficie un poco del seguro, al fin y al cabo, las aseguradores ganan mucho dinero…”
- “Hace muchos años que estoy pagando un seguro y no he tenido ningún siniestro, es justo que “recupere” mi dinero…”
- “Aprovecharé el haber tenido un siniestro para que me repongan, modernicen y reparen daños anteriores…”
No obstante tales “justificaciones” el fraude es un delito de estafa sancionado con penas desde 6 meses hasta 3 años, detalle que los autores no suelen tener en cuenta.
Hemos de tener en cuenta que el fraude, consumado o no, hace aumentar los costes en la gestión y esto supone un aumento en las primas que luego, entre todos, hemos de asumir.
Es por ésto por lo que las compañías de seguros están aumentando recursos para la lucha contra el fraude. La gestión de siniestros ya incorpora una mayor vigilancia del posible fraude desde la apertura del expediente y durante la tramitación. Bien sea a través de servicios externos o a través de los propios departamentos, los tramitadores comienzan a tener entre sus objetivos la detección del fraude. El uso de investigadores privados -cada vez está más extendido- y la creación de “Unidades anti-fraude” dentro de algunas compañías permiten pagar menos del 30% de lo inicialmente reclamado. De hecho se estima que por cada euro que se invierte en combatir el fraude, las compañías se ahorran unos 45 euros en el pago de los siniestros.
Resumiendo, el fraude en el sector asegurador es un mal que debemos combatir entre todos los que de alguna manera nos vemos implicados en el proceso de producción del seguro y en la gestión del siniestro. Como hemos comentado anteriormente, el sobrecoste derivado del fraude o de su intento acaba repercutiéndose entre todos los asegurados.
Luis Miguel Vicente – Tramitador de Siniestros de Glarus Ibérica